Revolucionarios que han pasado..

Paja en la Jungla

  

 El día estaba  muy bueno, con mi compañero habíamos decidido hacer la excursión por la selva, serían varios kilómetros caminando selva abajo donde encontraríamos cascadas, un arroyo para pegarnos un baño y unas ruinas. Arrancamos la caminata temprano, el sol se filtraba entre el follaje de los árboles, la hierba de la selva  olía muy bien, los pájaros se oían sin interrupción de coches ni de alguna otra persona, a medida que el tiempo pasaba revitalizaba nuestro cuerpo, tanto lo revitalizó, que sentíamos cosquilleos en la entrepierna.

Yo tenía una hermosa erección, la selva, la soledad de aquel magnífico lugar me excitaba mucho! Y a mi compañero también, cada tanto parábamos y mientras me hablaba acariciaba su paquete, personalmente  mi mano no tocó en ningún momento mi pene, simplemente disfrutaba del morbo que me daba estar en medio de la naturaleza con la verga bien dura latiendo de ganas de ser pajeada.

El tiempo seguía hermoso. Hacía calor, y levemente el ambiente se caldeaba a medida que se acercaba el mediodía. Me encantaba el color de la selva, con sus tonos verdes, su ambiente misterioso, el sonido del agua se escuchaba cerca, cada tanto corría una brisa fresca para aliviar el calor y hacer aún más placentera la caminata  en aquel apartado paraíso.

En un momento llegamos a un árbol gigante que se encontraba en medio del sendero, tenía como una hendidura donde tranquilamente te podías esconder y eso fue lo que hice, sabiendo que mi compañero me miraba empecé a tocarme muy excitado, me bajé el short y comencé a tocar mi verga e introducía la otra mano entre mis piernas acariciando mis huevos y las nalgas. Con esto, él estaba excitadísimo, no pudo más y se acercó, bajó su short y comenzó a masturbar su verga y la mía, agarraba mi chota bien erecta con sus manos, yo estaba excitadísimo, hasta que finalmente se arrodilló y empezó a chuparme la pija. 

No hablé. La visión de tener su cuerpo a mi alcance, y de que además me la estuviese chupando un macho, me llevó al paraíso.

Para devolverle un poco de placer yo también probé el sabor de su masculinidad, pezones huevos, y esa pija bien dura con miel, el néctar más dulce que los dos disfrutamos uno del otro.

Acabamos los dos en medio de un hermoso orgasmo, inundando nuestros pechos con la blanca leche del otro, liberando los huevos, que quedaron vacíos al límite.

Para nuestra sorpresa la selva nos regalaba una hermosa cascada que estaba a metros, así que pudimos darnos un baño entre rocas, desnudos, manosearnos bajo el agua y volver livianitos y contentos de haber disfrutado al máximo nuestro paseo por la selva.

 

 



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